viernes, 24 de abril de 2009

Día del Libro y de San Jorge 2009

Ayer, en el Paseo de la Independencia de Zaragoza, como viene siendo normal cada 23 de abril, no cabía ni un alfiler. No andabas, te dejabas llevar por la corriente humana. No es que pegara el sol como nunca, es que el dragón de San Jorge estaba por ahí, revoloteando y lanzando llamaradas que provocaban el exagerado calor. No es que la gente empujara por placer, es que San Jorge trataba de abrirse paso a lomos de su caballo, y claro, la gente tenía que apretujarse para dejarle vía libre. No es que todo esto fuera verdad, es que el calor hacía delirar... bueno no, lo del dragón era verdad, que lo vi.

Suerte que la tarde lo relajó todo (el dragón y San Jorge, que estarían resolviendo sus diferencias en algún lugar lejano y ya no molestaban tanto en Independencia). Ya se podía pasear con tranquilidad y ver libros, libros y libros, hojearlos y comprarlos. Y tomarte un cortado con hielo mientras los sigues hojeando. Y, ya de paso, darte una vuelta por la Feria de Artesanía y comprarte magdalenas para hojear libros mientras comes magdalenas.

Y hoy toca la resaca post-Día del Libro. Hoy es día para pasar leyendo, como cada 24 de abril.
Mi madre no era capaz de resolver un problema si no lo convertía previamente en un drama. Del mismo modo que el matemático no comprende la realidad hasta que la atrapa en una ecuación, ella no entendía una dificultad doméstica si no la transformaba en una catástrofe. Los seres humanos somos así de raros; necesitamos elaborar las materias primas -sean patatas o mercurio- para darles un uso final. No entendemos el oro, por ejemplo, hasta que lo transformamos en un colgante. Podríamos disfrutar de él tal como se encuentra en la naturaleza, pero no. Necesitamos extraerlo de la dura tierra, fundirlo, moldearlo y ponerlo a la venta. Entonces decimos: "Fantástico. Qué bello es el oro".
[...] Pongamos que se nos había acabado la bombona de gas un lunes y que el camión de reparto no pasaba hasta el martes. En principio, no era ninguna tragedia, porque a los niños nos encantaba comer de bocadillos. Incluso tenía su lado bueno, porque rompíamos la rutina. Pero ella se mesaba los cabellos e iba de acá para allá profiriendo unos alaridos que nos ponían los pelos de punta. Si mi padre intentaba calmarla, le reprochaba que él no se ocupara de esas cosas y aseguraba que era la esclava de todos nosotros, que la contemplábamos estremecidos.
[...] Yo me iba cabizbajo a la calle intentando convertir lo que había ocurrido en un producto envasado, para ver si de ese modo lograba comprenderlo. Pero todavía no lo comprendo, y eso que escribir no es más que tomar materia prima de la realidad y convertirla en literatura para hacerla más digerible.
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Juan José Millás,
Los objetos nos llaman
Seis Barral Biblioteca Breve

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3 comentarios:

  1. asi q x zaragoza el dia del libro, eh?? mira q bien!
    y encima viste al dragon de san Jorge! era grande? bonito? anaranjado? caliente??

    ale, pues ahora a leer todo lo q compraste!

    Bye!

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  2. mi madre también hace montañas de granos de arena. Y lo de ser esclava de todos también es una frase muy típica entre las madres, al menos con la mía...

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  3. ¡Qué cabrón! Viste al dragón!!!ajajaj, yo estaba de resaca, así que sólo veía pajaritos ajjaa.
    La verdad es que leí esta entrada el 25 de abril pero como aun no has actualizao pues te firmo en esta ajaj

    Feliz trabajo, capulín!!!yo ya tengo el mío impreso ajaj

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