lunes, 26 de agosto de 2013

Un bigote recolector de migas y difícil de peinar.



A primera hora de la mañana golpeó mi puerta tres veces. Su cara de "vamos a hablar" y su paso rápido al entrar en mi salón y sentarse en el sofá me hizo pensar que tenía algo importante que decirme. Bueno, más que eso, el hecho de que fuera primera hora de la mañana. Nadie te visita a primera hora de la mañana a no ser que tenga algo muy importante que decirte y se haya pasado la noche entera dando vueltas en la cama y conversando largamente a ratos con la almohada y a ratos con la nevera.

Me miró la cara en dos segundos antes de detenerse en mis ojos. Yo noté su recorrido. Primero miró mis labios, luego mi nariz, pasó a mi pelo todavía enmarañado, y por fin bajó a detenerse en mis ojos. "Ya hace casi cinco años que estamos saliendo y todavía no me has pedido que venga a vivir contigo", me dijo. Yo no tenía previsto decir nada. No me gusta demasiado hablar, mucho menos interrumpir un discurso bien ensayado. 

"El caso es que me parece que no vamos a la misma velocidad -continuó-. Yo estoy leyendo a Proust y tú sigues releyendo a Rowling. Yo veo películas de Kubrick, tú sigues viendo y reviendo Star Wars. Yo escucho a Bruce Sprinsteen y a Johnny Cash, y tú a Lady Gaga y a Lana del Rey. Al principio eso fue lo que me enamoró de ti, esa jovialidad que te caracterizaba, un inmaduro, un niño en un cuerpo demasiado grande para él... no sé, me gustaba sentirme joven a tu lado. Pero ahora has cumplido veinticuatro años, y yo casi veintiséis, y ya es momento de crecer un poco. Sin duda, creo que lo que me ha hecho plantearme todo esto ha sido que te dejaras crecer ese espantoso bigote. Es decir... puedo soportar tus cosas infantiles, tus cosas de niñato que nunca va a hacerse mayor, pero lo que no puedo soportar es que encima vayas por ahí con ese bigote creyéndote alguien maduro, alguien mayor, alguien responsable, cuando ni lo eres ni lo serás. ¡Si la mitad del tiempo lo llevas lleno de migas y mal peinado! En fin, no quiero gritarte... lo mejor será que lo dejemos. Espero que te vaya bien".

Se levantó del sofá, me miró una última vez y salió de mi casa. Se fue a hacerse mayor. Y vieja. Yo me terminé mi Cola Cao y fui a afeitarme el bigote; ya no había nadie a quien pudiera fastidiar con él.


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